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martes, 20 de diciembre de 2022

Dosier: La crisis de las Humanidades.

            Dosier: La crisis de las Humanidades.


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Jordi Llovet, en El fin de las humanidades [“El País” Ideas (24-IV-2016)] [http://cultura.elpais.com/cultura/2016/04/22] reivindica la literatura y el pensamiento crítico como eslabones del progreso humano y reclama que los humanistas se comprometan en la vida pública a fin de dotar de praxis a su conocimiento:
‹‹La crisis por la que atraviesan los estudios de humanidades no solo en España, sino en el mundo entero, era perfectamente previsible desde los albores de la revolución industrial. Lo que se fundó en la Grecia clásica —el amor por el saber— y se mantuvo en Roma —la alabanza del ocio y el menosprecio del negocio—; aquello que las órdenes monásticas conservaron durante la Edad Media; aquello que resurgió con una insólita pujanza durante el Renacimiento europeo, luego durante la Ilustración y en buena medida en las universidades del siglo XIX siguiendo el ejemplo de la reforma universitaria de Humboldt en Berlín, todo eso empezó a librar ya a mediados de ese mismo siglo una batalla muy dura contra un enemigo de potencia no solo no prevista, sino también incalculable. El hombre de estudio, la mujer de artes o letras, vieron, a lo largo del gran siglo de la burguesía y de todo el siglo XX cómo la legitimidad de su quehacer quedaba mermada y amenazada a causa del desarrollo de la ciencia, la industria, el comercio y la técnica.
(…) Al auge del comercio, las ciencias, la industria y la técnica, hay que sumarle, en los últimos 30 años por lo menos, un nuevo factor, imprevisible hace un siglo y medio: el auge de las nuevas tecnologías. Los filósofos que heredaron la preocupación por este asunto a la sombra de Heidegger o de Jaspers no parecieron alarmarse cuando el fenómeno de esas brillantes tecnologías y los ingenios digitales irrumpieron progresivamente en la vida cotidiana de todo el orbe. La inocencia con la que se recibió ese alarde del progreso técnico-científico se ha transformado, ya en nuestros días, en una preocupación —solo para algunos, este es el problema—, sin que se atisbe la posibilidad de alcanzar alguna solución. Estamos ya, propiamente, en lo que ha venido en denominarse la era poshumana, en el bien entendido que nos hallamos en la era en la que el ente, el ser, no es más que un flatus vocis: una nadería nostálgica, un recuerdo de tiempos pasados en los que filosofía, religión, moral y estética otorgaban a esa palabra un valor casi tan alto como el que se otorgaba a Dios o a la muerte.
Esto nos lleva a analizar otros factores, no menudos, del descrédito de las humanidades en las universidades de España y de casi todo el mundo: la religión ha perdido adeptos en todas partes, y con ella han desaparecido los referentes trascendentales que actuaban, con sordina pero con eficacia, en todas las sociedades y sus cultos; los nuevos estilos musicales, de los que los jóvenes no pueden prescindir en sus momentos de ocio, han venido a suplantar el carácter órfico —y por ello, sagrado— de la mal denominada música clásica; el uso universal de los teléfonos llamados inteligentes rebajan sin pausa la inteligencia de aquellos que podrían dedicar su ocio a cualquier otro tipo de actividad y destierran la conversación, además de haber provocado la desaparición de las áreas de privacidad que tanto convienen al ser que piensa y actúa mediatamente; el subsiguiente descrédito de la lectura anula la posibilidad de que exista algo así como un imaginario subjetivo, en beneficio del llamado imaginario colectivo, que viene a ser lo mismo que la aceptación sumisa de la opinión común —todo lo contrario de la operación de discurrir en primera persona—, asumida esta sin el menor atisbo de crítica; el mercado laboral lo es de profesiones consideradas productivas y necesarias, y apenas de las profesiones en las que el saber humanístico podría multiplicarse y difundirse, como es el caso de la educación —hoy vencida y desarmada en España— a todos sus niveles.
No podemos tener la certeza de que tal estado de cosas vaya a cambiar en favor de un lugar honroso para las humanidades. Seguirá habiendo filólogos, artistas, historiadores y filósofos; seguirá habiendo escritores y lectores; algunos centros urbanos de difusión cultural seguirán abiertos y más o menos activos, pero todo lo que se relacione con el ser y sus problemas fundamentales parecerá superfluo, en estado de letargia y, en el mejor de los casos, será escenario de heroísmo para renitentes.
A esta cuestión queríamos llegar. Los planes de estudio de las facultades universitarias de humanidades irán a peor, en favor de las banalidades que ha generado la era de lo llamado políticamente correcto: una alquimia en la que se funden los feminismos y homosexualismos más insolventes con los estudios coloniales más improductivos y las ridiculeces más espantosas como métodos de análisis y crítica del saber humanístico heredado. Pero toda persona vinculada a la enseñanza de las humanidades puede, si no modificar esas tendencias disolventes de las litterae humaniores, sí otorgar a sus actividades un trasfondo y un alcance que minen hasta los cimientos esos falsos edificios del saber. A nuestro juicio, no hay más solución para las facultades humanísticas que implicarlas en la vida cotidiana de la polis, o sea, convertir las humanidades en la punta de lanza de una restauración de la política —que es como actuar en beneficio de la ciudadanía en aquello en lo que ni las ciencias ni las técnicas pueden hacer mucho—; transformar todas las escenas del saber humanístico en el gran aliado del progreso espiritual de una nación y de sus ciudadanos. Por ejemplo, enviar a los estudiantes de los últimos cursos a comentar las grandes o menos grandes obras de la literatura universal en las bibliotecas públicas; no obligar a los profesores a hacer gestión académica, algo que los convierte en burócratas, sino agitación cultural más allá de sus muros; convertir a profesores y alumnos avanzados en asesores de centros de creación y difusión de la cultura; mandar a todos ellos a los diarios del país para favorecer un periodismo de mayor alcance cultural; invitar a cualquier empresario del mundo de la técnica, la informática, los negocios, y lo que sea, a contratar antes a un graduado que, siéndolo en la profesión adecuada y pertinente, lo sea también en cualquier rama de las humanidades, como ya sucede en Estados Unidos, para satisfacción incluso del rendimiento de sus empresas. Porque no es factible suponer que unos buenos estudios de humanidades (como todavía pueden cursarse en escasos centros universitarios del mundo entero, pues casi todos han quedado arruinados por el efecto de metodologías "seculares") resulten suficientes para obtener legitimidad en las sociedades actuales si no salen de las cuatro paredes de los centros universitarios.
Su papel tendrá que ser, en el futuro, el de una rigurosa resistencia, el de un profundo conocimiento del pasado, el de la transmisión eficaz de ese saber antiguo en provecho del futuro antes de que todo el mundo caiga en la "amnesia institucionalizada" de que ha hablado Gorge Steiner. Pero, sobre todo, si los profesionales de las humanidades quieren por una vez actuar con sentido común y eficacia, su papel habrá de ser el de garantes de la permeabilidad entre las instituciones sabias a las que pertenecen y el progreso de la sabiduría, la democracia y la dignidad del ser entre los ciudadanos de un país entero.››

FUENTES.
Libros.
Ibáñez Fanés, Jordi. El reverso de la historia. Apuntes sobre las humanidades en tiempo de crisis. Calambur. Barcelona. 2016. 298 pp. Una defensa de las Humanidades ante el desdén de muchos políticos. Reseña de Pardo, José Luis. ¿Qué pasa en la Facultad de Letras? “El País” Babelia 1.287 (23-VII-2016).

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Steiner, George. Fragmentos (un poco carbonizados). Trad. de Laura Emilia Pacheco. Siruela. Madrid. 2015. 88 pp. Reseña de Manuel Barrios. “El Cultural” (25-III-2016) 18.


Análisis y opinión.
Bettini, Maurizio. Las lecciones de los viejos dioses. “El País” Ideas (23-X-2016).

Cortina, A. Fecundidad y utilidad de las Humanidades. “El País” (24-IX-2018).

García Gual, Textos que nos hacen críticos. “El País” Ideas (23-X-2016). Los clásicos son de utilidad hoy.
Morales, Manuel.  Carlos García Gual: “A los gobernantes no les interesa la formación cultural de la gente”. “El País” (1-XII-2017). El helenista, elegido miembro de la RAE, considera que la batalla por el retroceso de las humanidades en la enseñanza "está perdida".
Rojo, José Andrés. Carlos García Gual. ‘Los alumnos pasan mucho tiempo con el móvil. No saben nada.’ “El País” Semanal 2.159 (11-II-2018).

Gracia, Jordi. Atados a la nostalgia. “El País” Ideas (24-IV-2016). Hay que adaptar las humanidades al mundo presente.

Llovet, Jordi. El fin de las humanidades. “El País” Ideas (24-IV-2016). Reivindica la literatura y el pensamiento como grandes aliados del progreso.

Martínez, Óscar. Del latín a Harry Potter. “El País” Ideas (24-IV-2016). Reivindica lo clásico, incluyendo el latín o el griego.

Hermoso, Borja. George Steiner. ‘Matamos los sueños de nuestros niños’. “El País” Babelia 1.284 (2-VII-2016).
Lynch, Enrique. Leer, pensar y enseñar a lo grande. “El País” Babelia 1.284 (2-VII-2016). Resumen de la obra de George Steiner.

Altares, Guillermo. Paul Veyne / Historiador y latinista. ‘Los clásicos nos enseñan a hacernos preguntas’. “El País” Ideas (23-X-2016). Separata con diálogo El latín y el colegio.

Bassets, Marc. Leon Wieseltier. ‘El humanismo no es enemigo de la ciencia’. “El País” Ideas (24-IV-2016). Leon Wieseltier (Nueva York, 1952), ‘humanista jefe’ de la Brooking Institution.

Zamora Bonilla, Jesús. Cómo no defender las humanidades. “El País” (6-I-2017). El conocimiento de la historia, la filosofía o la literatura han diferenciado a las élites pero se cuestiona que sean imprescindibles para formar ciudadanos críticos.

martes, 18 de octubre de 2022

El filósofo francés Edgar Morin (1921).

            El filósofo francés Edgar Morin (1921).



Edgar Morin. Foto en la embajada francesa en Madrid, tomada de "El País" (14-III-2012).

Edgar Morin (1921), filósofo y sociólogo francés, es un estudioso heterodoxo de la contemporaneidad.Edgar Morin es la gran encarnación filosófica de la izquierda francesa. Un filósofo conservador y revolucionario al mismo tiempo. Posible imagen de un Ringen influido por Sartre, Bergson, Bernard, Voltaire, Descartes y Pascal.
La izquierda ha sido desnortada por una triunfante Reacción. Perdido el horizonte de la absurda religión comunista, hundido el profundo y casi mortal sueño socialdemócrata y tecnocrático, sin variantes hábiles para afrontar la creciente ola de individualismo.
Para Morin el Progreso (de Condorcet a Nisbett) no es ya una vía de una dirección en la que no hay paso atrás. No hay un ineluctable porvenir radiante de la Humanidad, el defendido por unos entusiastas apóstoles. Conservador y revolucionario a la vez es partidario de la unión europea y a la vez del regionalismo, del mestizaje cultural y de la defensa de las tradiciones. En un mundo sin certidumbres, con un futuro oscuro y enigmático no cabe empero renunciar a la apuesta por Utopía, a la defensa de la libertad y de la solidaridad.
Hay una “crisis del futuro”, al romperse la trinidad religiosa “ciencia‑razón‑progreso”. La ciencia no es una amenaza pero su compartimentación es una barbarie porque deshumaniza al científico y a la sociedad así construida. Sin una concepción global y humanista del mundo el destino del hombre no puede ser otro que el de la mutua destrucción, vía armas nucleares, contaminación y desguace ecológico, hambre y miseria, genética monstruosa... Las amenazas son las obras del hombre con la ciencia. El hombre es responsable colectivo de su destino. ¿Por qué se ha hundido el comunismo? Porque sus dirigentes ya no creían en su propia ideología, en su sistema de interpretación de la Historia como una perpetua mejora de la Humanidad a través de la tecnología material y social. No sólo se ha hundido Marx, sino también Condorcet, Mill y Darwin. Ya nada será gratuito para el hombre, ya nada vendrá dado por un “deus ex machina” que aparecerá misteriosamente para imponer sus leyes no escritas.
La “crisis del futuro” nos abisma en la incertidumbre, en la oscura reflexión sobre nuestra verdadera naturaleza e identidad. Entonces los idealistas buscamos esos fundamentos de identidad en lo más sencillo e inmediato, en la nación, la religión, la etnia. Es un repliegue sobre un pasado que parecía superado. Es la vuelta de las monarquías, de los viejos discursos de la tierra y la patria. Y en los menos idealistas aparece el repliegue sobre el presente: el consumo hedonista, el espectáculo de masas como aglutinador de las individualidades en un solo sujeto, la masa.
El papel del filosófo puede ser el de la diagnosis de los problemas de la Humanidad. Por ejemplo, la necesidad de una fe, de una creencia. Morin distingue entre una fe obtusa y cerrada y otra abierta, ya no es posible una fe ciega en el mañana (tan parecida a la de una resurrección en el Juicio Final) pero es deseable una Humanidad más libre y solidaria, en la que el díalogo presida las relaciones, pero sin falsas esperanzas, sin creer que las desgracias no ocurrirán.
Para Morin el fundamento de una fe moderna se puede buscar en Pascal, cuando dice: “No puedo probarlo racionalmente, pero hay un terreno, el de la caridad, el del corazón, que es superior al de la razón”. “Yo apuesto por Dios. No puedo ofrecer ninguna certidumbre, pero apuesto por Dios”. La misma apuesta debe hacerse contra la injusticia y la opresión, sin seguridad de ganar. “En la Historia de la Humanidad, los grandes combates se han librado siempre sin ninguna seguridad de victoria”.
Hace falta una toma de conciencia. En ecología, en convivialidad, a favor de una Naturaleza amenazada, de una Humanidad menos atomizada, en la que el agobio se remedia con el consumismo, las drogas y el psicoanálisis. Para Morin las drogas son caminos de paz y olvido, pero sólo se hallará la primera con el amor y la solidaridad.
Sólo un marco supranacional puede resolver los miedos de las minorías y garantizar el respeto de la pluralidad de los grupos. Debemos conservar las diferencias pero también reconocer la existencia de un fondo cultural común, en el cine, la literatura, el rock, los valores morales, etc. Nuestro continente tiene una diversidad cultural inigualable y une a estas diversidades que todas están amenazadas y por eso tienen un interés común.
La respuesta de Morin es “el pensamiento complejo”, que asume las contradicciones en lugar de simplificarlas. Así se sigue la mixtión de lo conservador y de lo revolucionario en un diálogo entre pasado, presente y futuro. Leyendo a Sócrates, Montaigne, los filósofos y poetas, repensando los conceptos de conservación y revolución para reconciliar dos verdades profundas del ser humano.
Morin defiende la multidisciplinariedad y la independencia del intelectual frente a las corrientes de pensamiento y alerta sobre la resistencia institucional a la apertura de las ciencias a una “transdisciplinariedad”:
«He visto a muchos jóvenes estudiantes que querían hacer estudios e investigaciones en campos como los que a mí me interesan, no encerrados en una sola disciplina, pero no podían hacerlo. Si querían hacer una tesis, tenían que hacerla en una disciplina determinada. Porque, en definitiva, si uno se dedica a la investigación, ésta será evaluada por una comisión disciplinaria. Actualmente, en Francia se habla mucho de desarrollar lo que es interdisciplinar, porque se comprende que no se pueden encontrar soluciones para los problemas actuales en el marco de una sola disciplina, pero, de hecho, toda la maquinaria (institucional) continúa reaformando el marco de las disciplinas.» [Mascaró, Jaume. Entrevista a Edgar Morin. “El Guía. Ars Mediterranea”, año 8, nº 5-6 (1995): 83.]

Morin apunta en El camino de la esperanza (2012):
‹‹El sentimiento de indignación entre los jóvenes está en su primera etapa. En algunos países árabes han abatido el principal obstáculo, que eran los tiranos. El problema es que carecen de un pensamiento, de una vía para el momento inmediatamente posterior. Es lo mismo que ha sucedido en España y otros lugares. Los indignados hacen críticas justas, denuncian pero no pueden enunciar. (…) El capitalismo no es eterno pero tampoco está muerto. Se ha transformado, consagrando la hegemonía del capitalismo financiero. Se trata de poner fin a esa hegemonía, que es la del dinero, la del beneficio, la de lo cuantitativo. (…). Es preciso revitalizar la democracia, recuperar la confianza de los ciudadanos en el sistema y en los cargos electos. La sensación es que se marcha en el sentido contrario. En cuanto a las instituciones, y aunque se diga que la fórmula del bienestar está agotada, el Estado tendría aún un papel que desempeñar. Podría apoyar a las empresas que persiguen un interés público, un interés socializado, cultural… (…) Pero si un sistema no es capaz de resolver sus problemas fundamentales, o bien se precipita en la barbarie, o bien se transforma para encontrar respuestas nuevas.››

Ordine, Nuccio. Edgar Morin. ‘Vivimos en un mercado planetario que no ha sabido suscitar fraternidad’. “El País” (12-IV-2020). [https://elpais.com/cultura/2020-04-11/edgar-morin-vivimos-en-un-mercado-planetario-que-no-ha-sabido-suscitar-fraternidad-entre-los-pueblos.html]
‹‹”La unificación técnico-económica del mundo que trajo el capitalismo agresivo en los años noventa ha generado una enorme paradoja que la emergencia del coronavirus ha hecho ahora visible para todos: esta interdependencia entre los países, en lugar de favorecer un real progreso en la conciencia y en la comprensión de los pueblos, ha desatado formas de egoísmo y de ultranacionalismo. El virus ha desenmascarado esta ausencia de una auténtica conciencia planetaria de la humanidad”. Edgar Morin habla con su habitual pasión por Skype. Él, como millones de europeos, se encuentra confinado en su casa del sur de Francia, en Montpellier, con su esposa.
Está considerado como uno de los filósofos contemporáneos más brillantes; a los 98 años (el 8 de julio cumplirá 99) Morin lee, escribe, escucha música y mantiene contacto con amigos y parientes. Sus ganas de vivir demuestran con fuerza el drama de un azote que está aniquilando a miles de ancianos y de enfermos con patologías previas. “Sé bien —dice con tono irónico— que podría ser la víctima por excelencia del coronavirus. A mi edad, sin embargo, la muerte está siempre al acecho. Por lo tanto es mejor pensar en la vida y reflexionar sobre lo que pasa”.
Pregunta. La mundialización de la que habla ha creado un gran mercado global que, a través de la tecnología más avanzada, ha reducido considerablemente las distancias entre continentes. Pero esta reducción de las distancias no ha favorecido un diálogo entre los pueblos. Al contrario, ha fomentado el relanzamiento del cierre identitario en sí mismo, alimentando un peligroso soberanismo.
Respuesta. Vivimos en un gran mercado planetario que no ha sabido suscitar sentimientos de fraternidad entre los países. Ha creado, de hecho, un miedo generalizado al futuro. Y la pandemia del coronavirus ha iluminado esta contradicción haciéndola aún más evidente. Me hace pensar en la gran crisis económica de los años treinta, en la que varios países europeos, Alemania e Italia sobre todo, abrazaron el ultranacionalismo. Y, pese a que falte la voluntad hegemónica de los nazis, hoy me parece indiscutible este cierre en sí mismos. El desarrollo económico-capitalístico, entonces, ha desatado los grandes problemas que afectan nuestro planeta: el deterioro de la biosfera, la crisis general de la democracia, el aumento de las desigualdades y de las injusticias, la proliferación de los armamentos, los nuevos autoritarismos demagógicos (con Estados Unidos y Brasil a la cabeza). Por eso, hoy es necesario favorecer la construcción de una conciencia planetaria bajo su base humanitaria: incentivar la cooperación entre los países con el objetivo principal de hacer crecer los sentimientos de solidaridad y fraternidad entre los pueblos.
P. Intentemos analizar esta contradicción en una escala reducida, tomando en consideración el microcosmos de las relaciones personales. La incursión del virus ha puesto en crisis la ideología de fondo que ha dominado las campañas electorales en estos últimos años: eslóganes como “America First”, “La France d’abord”, “Prima gli italiani”, “Brasil acima du tudo han ofrecido una imagen insular de la humanidad, en la que cada invididuo parecer ser una isla separada de las otras (utilizando la bonita metáfora de una meditación de John Donne). En cambio, la pandemia ha mostrado que la humanidad es un único continente y que los seres humanos están ligados profundamente los unos a los otros. Nunca como en este momento de aislamiento (lejos de los afectos, de los amigos, de la vida comunitaria) estamos tomando conciencia de la necesidad del otro. “Yo me quedo en casa” significa no solo protegernos a nosotros mismos sino también a los otros individuos con los que formamos nuestra comunidad.
R. Así es. La emergencia del virus y las medidas que nos obligan a quedarnos en casa han terminado por estimular nuestro sentimiento de fraternidad. En Francia, por ejemplo, cada noche tenemos una cita en nuestras ventanas para aplaudir a nuestros médicos y al personal hospitalario que, en primera línea, asiste a los enfermos. Me he emocionado, la semana pasada, cuando he visto en televisión, en Nápoles y en otras ciudades italianas, a las personas asomarse a los balcones para cantar juntas el himno nacional o para bailar al ritmo de las canciones populares. Pero está también la otra cara de la moneda. La experiencia nos enseña que todas las graves crisis pueden incrementar fenómenos de cierre y de angustia: la caza al infractor o la de necesidad un chivo expiatorio, a menudo identificado con el extranjero o el migrante. Las crisis pueden favorecer la imaginación creativa (como ocurrió con el New Deal) o provocar regresión.
P. ¿Alude también a la Europa que frente a la emergencia sanitaria ha revelado, una vez más, su incapacidad de programar estrategias comunes y solidarias?
R. Por supuesto. La pseudo Europa de los banqueros y de los tecnócratas ha masacrado en estas décadas los auténticos ideales europeos, cancelando cada impulso hacia la construcción de una conciencia unitaria. Cada país está gestionando la pandemia de manera independiente, sin una verdadera coordinación. Esperemos que de esta crisis pueda resurgir un espíritu comunitario capaz de superar los errores del pasado: desde la gestión de la emergencia de los migrantes hasta el predominio de las razones financieras sobre las humanas, desde la ausencia de una política internacional europea a la incapacidad de legislar en la materia fiscal.
P. ¿Cuál ha sido su reacción frente al primer discurso de Boris Johnson, al despiadado cinismo con el que ha invitado a los ciudadanos británicos a prepararse a los miles de muertos que el coronavirus provocaría y a aceptar los principios del darwinismo social (la supresión de los más débiles)?
R. Un ejemplo claro de cómo la razón económica es más importante y más fuerte que la humanitaria: la ganancia vale mucho más que las ingentes pérdidas de seres humanos que la epidemia puede infligir. Al fin y al cabo, el sacrificio de los más frágiles (de las personas ancianas y de los enfermos) es funcional a una lógica de la selección natural. Como ocurre en el mundo del mercado, el que no aguanta la competencia es destinado a sucumbir. Crear una sociedad auténticamente humana significa oponerse a toda costa a este darwinismo social.
P. El presidente Macron ha utilizado la metáfora de la guerra para hablar de la pandemia. ¿Cuáles son las afinidades y las diferencias entre un verdadero conflicto armado y lo que estamos viviendo?
R. Yo, que he vivido la guerra, conozco bien los mecanismos. Primero, me parece evidente una diversidad: en guerra, las medidas de confinamiento y toque de queda son impuestas por el enemigo; ahora en cambio es el Estado el que lo impone contra el enemigo. La segunda reflexión tiene que ver con la naturaleza del adversario: en una guerra es visible, ahora es invisible. También para aquellos como yo, que han participado en la resistencia, la analogía podría funcionar igualmente: para los partisanos la Gestapo era como un virus, porque se metía en cualquier lado, porque todo lo que estaba alrededor de nosotros habría podido tener oído para informar y denunciar. Ahora no sé si este periodo de confinamiento durará el tiempo suficiente para provocar restricciones que podrían recordar el racionamiento de la comida y los comercios ocultos del mercado negro. Pienso, y espero, que no. De todos modos, no creo que utilizar la metáfora de la guerra pueda ser más útil para comprender esta resistencia a la epidemia.
P. A propósito de la solidaridad humana: ¿no le parece que los científicos en este momento están promocionando una colaboración internacional para buscar la derrota del virus? ¿La llegada de médicos chinos y cubanos en el norte de Italia no es una señal de esperanza?
R. Esto es indiscutiblemente positivo. La red planetaria de investigadores testifica un esfuerzo hacia un bien común universal que cruza las fronteras nacionales, los idiomas, el color de la piel. Pero no se deben infravalorar los fenómenos de cohesión nacional: estar, lo recordaba antes, alrededor de los operadores sanitarios que trabajan en los hospitales. Muchos, sin embargo, son dejados fuera de estas nuevas formas de agregación solidaria: personas solas, ancianos y familias pobres no conectadas a la Red, sin contar a los que viven en la calle porque no tienen una casa. Si este régimen durara por un periodo largo, ¿cómo seguiríamos cultivando las relaciones humanas y cómo conseguiríamos tolerar las privaciones?
P. Me gustaría que abordáramos otra vez el tema de la ciencia. Después del desastre de la Segunda Guerra Mundial, las primeras relaciones entre Israel y Alemania se produjeron a través de los científicos. El año pasado, mientras visitaba el Cern de Ginebra con Fabiola Gianotti, vi alrededor de una mesa investigadores que procedían de países en conflicto entre ellos. ¿No piensa que la investigación científica de base, la que no espera ganar nada, pueda contribuir a promocionar en esta emergencia de la pandemia un espíritu de fraternidad universal?
R. Claro que sí. La ciencia puede desempeñar un papel importante, pero no decisivo. Puede activar un diálogo entre los trabajadores de diferentes países que en este momento trabajan para crear una vacuna y producir fármacos eficaces. Pero no se debe olvidar que la ciencia es siempre ambivalente. En el pasado, muchos investigadores han trabajado al servicio del poder y de la guerra. Dicho esto, yo confío mucho en esos científicos creativos y llenos de imaginación que ciertamente sabrán promocionar y defender una investigación científica sólida y al servicio de la humanidad.
P. Entra las emergencias que la epidemia ha evidenciado está sobre todo la sanitaria. En algunos países europeos, los Gobiernos han debilitado progresivamente los hospitales con sustanciales recortes de recursos. La escasez de médicos, enfermeros, camas y equipamientos han mostrado una sanidad pública enferma.
R. No hay duda de que la sanidad tenga que ser pública y universal. En Europa, en las últimas décadas, hemos sido víctimas de las directivas neoliberales que han insistido en una reducción de los servicios públicos en general. Programar la gestión de los hospitales como si fueran empresas significa concebir los pacientes como mercancía incluida en un ciclo productivo. Esto es otro ejemplo de cómo una visión puramente financiera pueda producir desastres bajo el punto de vista humano y sanitario.
P. La sanidad y la educación constituyen los dos pilares de la dignidad humana (el derecho a la vida y el derecho al conocimiento) y las bases del desarrollo económico de un país. El sistema educativo también ha sufrido recortes terribles en estas décadas.
R. La sanidad y la educación, bajo este punto estoy de acuerdo con lo que ha escrito en sus libros, no pueden ser gestionados por una lógica empresarial. Los hospitales o las escuelas y las universidades no pueden generar ganancia económica (¡no deberían vender productos a los clientes que los compran!), pero deben pensar en el bienestar de los ciudadanos y en formar, como decía Montaigne, “cabezas bien hechas”. Se debe reencontrar el espíritu del servicio público que en estas décadas ha sido fuertemente reducido.
P. Ahora, con las escuelas y las universidades cerradas, se hace necesario recurrir a la enseñanza a distancia para mantener vivas las relaciones entre profesores y estudiantes.
R. Gracias a la tecnología se puede conseguir no romper el hilo de la comunicación. También la televisión en Francia se está organizando para ofrecer programas a los estudiantes de los institutos. Pero la cuestión, como bien sabe, es de fondo: en diferentes libros míos he puesto en evidencia los límites de nuestro sistema de enseñanza. Pienso que no se adaptó a la complejidad que vivimos desde el punto de vista personal, económico y social. Tenemos una conciencia dividida en compartimentos estancos, incapaz de ofrecer perspectivas unitarias e inadecuadas para enfrentar de manera concreta los problemas del presente. Nuestros estudiantes no aprenden a medirse con los grandes desafíos existenciales, tampoco con la complejidad y la incertidumbre de una realidad en constante mutación. Me parece importante prepararse para entender las interconexiones: cómo una crisis sanitaria puede provocar una crisis económica que, a su vez, produce una crisis social y, por último, existencial.
P. Algunos decanos y algunos profesores han considerado la experiencia de la pandemia como una ocasión para relanzar la enseñanza telemática. Pienso que es necesario recordar que ninguna plataforma digital puede cambiar la vida de un alumno. ¿Así no se corre el riesgo de denigrar la importancia esencial de las clases en las aulas y del encuentro humano entre profesor y estudiante?
R. Se debe distinguir la excepcionalidad impuesta por el virus de las condiciones normales. Ahora no tenemos elección. Pero conservar el contacto humano, directo, entre profesores y alumnos es fundamental. Solo un profesor que enseña con pasión puede influir realmente en la vida de sus estudiantes. El papel de la enseñanza es sobre todo el de problematizar, a través de un método basado en preguntas y respuestas capaz de estimular el espíritu crítico y autocrítico de los alumnos. Desde la infancia, los estudiantes tienen que dejar rienda suelta a su curiosidad, cultivando la reflexión crítica. Enseñar es una misión, como la que están cumpliendo ahora los médicos: se trata, en cualquier caso, de ocuparse de vidas humanas, de personas, de futuros ciudadanos.
P. El virus ha conseguido hacer explotar también los límites de la rapidez. El confinamiento en nuestras casas nos ha ayudado a redescubrir la importancia de la lentitud para reflexionar, para entender, para cultivar los afectos.
R. Me parece indiscutible. La epidemia, con las restricciones que ha generado, nos ha obligado a realizar una saludable desaceleración. Yo mismo he notado un fuerte cambio en mi ritmo cotidiano: ya no es cronometrado y jalonado como lo era antes. Cuando dejé París para vivir en Montpellier ya noté un notable cambio en el desarrollo de mis jornadas. Ahora, con mayor conciencia, me estoy (nos estamos) reapropiando del tiempo. Bergson había entendido bien la diferencia entre el tiempo vivido (el interior) y el tiempo cronometrado (el exterior). Reconquistar el tiempo interior es un desafío político, pero también ético y existencial.
P. Precisamente ahora nos damos cuenta de que leer libros, escuchar música, admirar obras de arte es la manera mejor de cultivar nuestra humanidad.
R. Sin duda. El confinamiento está haciendo que nos demos cuenta de la importancia de la cultura. Una ocasión —a través de estos saberes que nuestra sociedad ha llamado injustamente “inútiles” porque no producen ganancias— para comprender los límites del consumismo y de la carrera sin pausa hacia el dinero y el poder. Habremos aprendido algo en estos tiempos de pandemia si sabemos redescubrir y cultivar los auténticos valores de la vida: el amor, la amistad, la fraternidad, la solidaridad. Valores esenciales que conocemos desde siempre y que desde siempre, desafortunadamente, terminamos por olvidar.››

Fuentes.
Libros.

Morin, Edgar. Cambiemos de vida. Lecciones de la pandemia. Paidós. 2020. Extracto: Lo que aprenderemos de la pandemia. “El País” Ideas 286 (8-XI-2020).

Morin, Edgar. Lecciones de un siglo de vida. Trad. de Nuria Petit. Paidós. 2022. 120 pp. Extracto: De nuevo al borde del abismo. “El País” Ideas 359 (27-III-2022). Sobre el conflicto de Ucrania. / Reseña de Galán, Lola. Edgar Morin: resumen de una vida plena. “El País” Babelia 1.589 (7-V-2022).

 

Obras compartidas.
Hessel, Stéphane; Morin, Edgar. El camino de la esperanza. Paidós-Destino. Barcelona. 2012. 80 pp. Ridao, José María. Entrevista. Edgar Morin / Filósofo. ‘Los indignados denuncian; no pueden enunciar’. “El País” (14-III-2012) 41.

Artículos de Morin.

Morin, Edgar. Escalada y hundimiento. “El País” (8-V-2022). Para salvarse, Ucrania tiene que liberarse de la invasión rusa, pero también del antagonismo entre Rusia y EE UU. Lo conseguiría con un acuerdo de neutralidad, que reduciría el riesgo hacia la tercera guerra mundial.


Entrevistas.
Mascaró, Jaume. Entrevista. Edgar Morin. “El Guía. Ars Mediterra­nea”, año 8, n1 5-6 (1995) 80-85. Morin defiende la multi­disciplinariedad y la independencia frente a las corrientes dominantes.
Rodríguez Marcos, Javier. Entrevista. Edgar Morin / Filósofo. “El País” (15-XI-2008) 46.
Cruz, Juan. Entrevista. Edgar Morin / Filósofo. “El País” (6-XI-2009) 43.
Cruz, Juan. Entrevista. Edgar Morin / Sociólogo y escritor francés. “El País” Domingo (31-I-2010) 12-13.
Uría, Lluís. Diálogo entre Edgar Morin y Stéphane Hessel. ‘Debe decrecer la economía del despilfarro’. “Magazine” (19-I-2012) 24-31. Ambos se apuntan al neokeynesianismo para salir de la crisis.
Ordine, Nuccio. Edgar Morin. ‘Vivimos en un mercado planetario que no ha sabido suscitar fraternidad’. “El País” (12-IV-2020). [https://elpais.com/cultura/2020-04-11/edgar-morin-vivimos-en-un-mercado-planetario-que-no-ha-sabido-suscitar-fraternidad-entre-los-pueblos.html]

Libros de otros.
Lemieux, Emmanuel. Edgar Morin. Vida y obra del pensador inconformista. Kairós. Barcelona. 2011. 544 pp. Reseña de Sarabia, Bernabé. “El Cultural” (25-III-2010) 12-13. Emmanuel Lemieux (1963), periodista cultural.

Artículos de otros.
Vidal Beneyto, J. El socialismo liberal / 2. “El País” (17-V-2008) 8. Sobre Norberto Bobbio, Maurice Merleau-Ponty, Edgar Morin, Cornelius Castoriadis, Claude Lefort…

Galán, Lola. Edgar Morin. El filósofo humanista. “El País” Ideas 325 (1-VIII-2021).


Filosofía: India. Pankaj Mishra.

Filosofía: India.


Listado.

Pankaj Mishra (1969).


FUENTES.

Internet.

[https://es.wikipedia.org/wiki/Filosofía_india]


Libros.

Arnau, Juan. La mente diáfana. Historia del pensamiento indio. Galaxia Gutenberg. 2022. 584 pp. Una historia de dos milenios. Reseña de Aguado, Jesús. La madeja del lenguaje y de la mente. “El País” Babelia 1.589 (7-V-2022).

 

El escritor y pensador indio en inglés Pankaj Mishra (1969).

[https://boscanaboix.blogspot.com/2022/10/el-escritor-y-pensador-indio-en-ingles.html]



lunes, 22 de agosto de 2022

El psicólogo y pensador suizo Jean Piaget (1896-1980).

            El psicólogo y pensador suizo Jean Piaget (1896-1980), su comparación con Vygotski (o Vigotski) y la revisión de sus teorías por Eduardo Martí.




Jean Piaget

Índice.
Jean Piaget.
Los principios de la teoría de Piaget.
El pensamiento formal en la adolescencia.
La visión de Piaget por Martí.
Una revisión crítica de Piaget.
Conclusiones de Martí.
Las teorías de Piaget y Vygotski sobre lenguaje y pensamiento.
La cuestión del lenguaje en la Prehistoria en Piaget y Vygotski.
Fuentes.

Jean Piaget.
Jean Piaget (1896-1980) es un epistemólogo y psicólogo suizo conocido por sus estudios sobre la evolución del conocimiento infantil, en los cuales aportó numerosos conceptos en psicología, pedagogía y teoría del aprendizaje, y sostuvo una teoría cognitivo-evolutiva. 
Estaba obsesionado por la ciencia como portadora de racionalidad, pero también le interesaban la justicia, la moral, la cultura... Se interesaba por lo común que a nivel epistemológico tienen todos los humanos, sea una cultura occidental o africana. Dedicó parte de su inmensa obra a la Pedagogía, espoleado por su puesto oficial en la UNESCO. Consideraba la educación como un factor neutro, si no inútil sí menos importante que el desarrollo del individuo, el cómo el sujeto asimila y construye el conocimiento. En una frase anti-educativa dirá incluso: “Todo lo que enseñamos, impide que lo cree”, por lo que se debería favorecer que el sujeto asimile, interprete y reinterprete a fin de alcanzar el conocimiento.
Su gran tesis es que la formación del conocimiento es una construcción, en parte determinada por el nivel de desarrollo del individuo y en parte por la experiencia. Hay, pues, un fondo biológico que condiciona la adquisición de una mentalidad lógica capaz de pensamiento abstracto de la ciencia y la filosofía.



Los principios de la teoría de Piaget.
En resumen, su teoría es que hay un cambio evolutivo en la capacidad mental, con estructuras cognitivasque son formas de organización mental, que se desarrollan en estadios: sensorial-motriz, preoperativo, operativo concreto y operativo formal.
Considera que es la interacción del sujeto y el objeto, no la mente del sujeto, lo que construye el conocimiento, de un modo evolutivo, en parte determinado por el nivel de desarrollo del individuo, en parte por la experiencia. Hay, pues, un fondo biológico que condiciona la adquisición de una mentalidad lógica capaz de pensamiento abstracto, pero esta continuidad no implica que haya una determinación biológica de la psicología.
La evolución de la mente comporta así un doble proceso casi biológico: de asimilación, en que las nuevas experiencias se enraizan en las estructuras preexistentes; de acomodación, en que las estructuras preexistentes se adaptan a las nuevas experiencias. Piaget considera además la influencia de los factores sociales y culturales, pero no los juzga suficientes en sí mismos.
Piaget entiende el desarrollo psicológico como una sucesión de estadios en las capacidades cualitativas del sujeto. Le interesa cómo aparecía el conocimiento más que el paso concreto de un estadio a otro. ¿Por qué? Él relaciona el desarrollo del individuo con el de la ciencia, y así, por ejemplo, relaciona el estadio infantil con la ciencia antigua y medieval.
Piaget clasifica cuatro estadios de la infancia a la juventud:
1) Del nacimiento a los dos años: adquisición de la inteligencia sensorial-motriz o práctica, bajo la influencia familiar. La experimentación no tiene una finalidad concreta.
2) De los dos a los siete años: aparición del pensamiento preoperativo, bajo la doble influencia del lenguaje y de la socialización. El niño asimila la realidad a su actividad propia. Comienza la representación simbólica del lenguaje (leer y escribir).
3) De los siete a los doce años: aparición del pensamiento reflexivo concreto (sobre los hechos), bajo la influencia del juego colectivo y la escuela. Se abandona el egocentrismo. Se distinguen las clases y cantidades; se pueden establecer hipótesis (pero sólo a partir de hechos concretos).
4) De los doce a los dieciocho años: aparición del pensamiento formal, y, finalmente, de la sistematización. Se desarrollan la identidad personal, la sexualidad y la socialización. Hay capacidades nuevas: se construyen proposiciones (contrarias a los hechos), se desarrolla el pensamiento abstracto (con esquema de comprobación de variables) y se aísla la información relevante de la que no lo es.
Con estas premisas, Piaget sostiene la necesidad de una educación activa y participativa (la “pedagogía nueva”), que desarrolle la vida anímica. El pedagogo sólo debe apoyar al proceso interno de desarrollo del pensamiento: «Educar es adaptar al niño al medio social adulto, es decir, transformar la constitución psicobiológica del individuo en función del conjunto de realidades colectivas a las que la conciencia común atribuye algún valor.»
Piaget e Inhelder en El desarrollo del pensamiento lógico desde la infancia a la adolescencia (1955) consideran que el pensamiento tiene una estructura propia: lógico, hipotético, abstracto y metapensamiento.
- El pensamiento lógico se diferencia en concreto (infancia) y formal (adolescencia).
- El pensamiento hipotético permite establecer hipótesis (proposiciones) sobre hechos no reales (en el sentido de no observables) e incluso hipótesis contrarias a los hechos, basadas en premisas falsas, por ejemplo en el juego de billar, que se basa en que el ángulo de incidencia es igual al ángulo de reflexión, se comprenden a los 5 años sólo los hechos, como una experiencia empírica, propia del pensamiento pre-operativo, mientras que a los 7 años se establece una relación entre la dirección del golpe y el resultado, esto es una relación empírica, de pensamiento operativo; y a los 11 años se comprende el porqué de esta relación, o sea, la idea de los ángulos, esto es un pensamiento lógico formal en su fase inicial.
- El pensamiento abstracto permite desarrollar una expresión de símbolos y un esquema de comprobación de variables Es el juego de la lógica formal: Si se da A hay B. Se da A... (luego se da B).
- El metapensamiento es reflexivo y permite “pensar sobre el pensar” (se da sólo en la post-adolescencia), como la sistematización del saber o la investigación científica y humanística de alto nivel.

El pensamiento formal en la adolescencia.
Piaget, de acuerdo con todo lo anterior, considera que la capacidad mental en la adolescencia vive un cambio cualitativo más que cuantitativo: no se incrementa la cantidad de capacidad cognitiva, sino que cambia la naturaleza de esta (se cambia de un pensamiento concreto a un pensamiento formal). 
Piaget y Inhelder (1955) distinguen entre pensamiento concreto y formal, basándose en la distinción entre operaciones concretas y formales (más evolucionadas).
El pensamiento concreto corresponde al estadio de la infancia (7-11 años), cuando el niño tiene un pensamiento relacional, basado en operaciones concretas (sobre hechos concretos), sin poder diferenciar entre lo real y lo mental.
El pensamiento formal corresponde al estadio de la preadolescencia (desde los 11-12 años) y adolescencia(12-20 años), cuando se consolidan las operaciones concretas que presidieron el estadios anteriores y el joven se desarrolla y abre a un nuevo tipo de pensamiento abstracto, proposicional e hipotético-deductivo, basado en operaciones formales, con nuevas capacidades, como la de diferenciar entre lo real y lo mental y construir proposiciones «contrarias al hecho».
Estas operaciones formales tienen características estructurales (lógicas) y funcionales.
Las características funcionales son:
a) La realidad es concebida como un subconjunto de lo posible.
b) Carácter hipotético-deductivo.
c) Carácter proposicional.
d) Se establecen esquemas operacionales formales.
Podemos especificar más estas características:
a) La realidad es concebida como un subconjunto de lo posible.
La realidad es concebida como un subconjunto de lo posible: lo real es subordinado a lo posible.
Se prevén las relaciones causales entre los elementos, trascendiendo los datos reales. De este modo, se supera la lógica concreta, mucho más lineal, propia de los periodos anteriores. En la medida en que es capaz de imaginar situaciones posibles, irá encontrándose en disposición de determinar que un aspecto de la realidad puede deberse a un conjunto de factores. Gracias a esta capacidad, y al dominio de la combinatoria, podrá trabajar con problemas ligados a la causalidad múltiple.
b) El carácter hipotético-deductivo.
Es un pensamiento abstracto en forma de hipótesis, acompañado por un razonamiento deductivo, con un esquema de control de variables (se verifica la proposición). Es, pues, una metodología ya científica. El alumno será capaz de transformar las abstracciones sencillas propias del periodo anterior en hipótesis, como formulación de un conjunto de explicaciones posibles, y someterlas a prueba para comprobar su confirmación empírica. Igualmente podrá aplicar un razonamiento deductivo indicando las consecuencias de determinadas acciones realizadas sobre la realidad.
c) El carácter proposicional.
Se usa una comunicación verbal compleja para entenderse con los otros, para expresar razonamientos abstractos (independientes de la realidad concreta, observable) y los resultados que se obtienen. Se piensa, pues, no sólo con objetos reales sino con representaciones proposicionales de los objetos, comunicadas con el lenguaje.
d) Se establecen esquemas operacionales formales.
Por último, hay un estadio de esquemas formales, gracias a los cuales el adolescente relaciona su experiencia anterior con la nueva información. Asimila el conocimiento de un modo significativo (integrando los nuevos conocimientos en un esquema anterior). Tiene una capacidad predictiva, alcanzada con estrategias de razonamiento: combinatoria, proporciones, correlaciones, etc. Es el último estadio del desarrollo intelectual, ya adulto, que permite las tareas científicas, creativas, comunicativas, de mayor nivel intelectual.

La visión de Piaget por Martí.
Uno de los grandes expertos piagetianos, el catedrático de Piscología Evolutiva de la Universidad de Barcelona, Eduardo Martí Sala [Conferencia de Martí sobre Evolución de la inteligencia según Piaget (octubre 1997)], marca una serie de rasgos en el pensamiento de Piaget:
1) Piaget era un epistemólogo más que un psicólogo o un pedagogo. Sus intereses reales giraban acerca de la teoría del conocimiento, mientras que lo demás se refería a aquel interés por el sujeto epistémico.
2) No era un innatista premorfista, con la biología como base del pensamiento, pese a que, de hecho, su formación académica (carrera y tesis doctoral incluida) era de la de un biólogo. Al contrario, sostenía que no hay determinación de la biología sobre la psicología, aunque haya continuidad entre ambas.
3) Entendía el desarrollo psicológico como una sucesión de estadios, pero le interesaba más cómo aparecía el conocimiento que el paso concreto de un estadio a otro. ¿Por qué? Él relacionaba el desarrollo del individuo con el de la ciencia, y así, por ejemplo, relacionaba el estadio infantil con la ciencia antigua y medieval.
4) Pensaba que la interacción del sujeto y el objeto es lo que construye el conocimiento, que no reside en el sujeto (en sus esquemas), siendo que el conocimiento está en la interacción. Es pues una tesis de relativismo interaccionista.
5) Consideraba que el desarrollo del individuo es a-social y a-cultural. Pero Piaget sí incluye los factores sociales y culturales, aunque los juzga suficientes, en contra de las teorías deterministas de Vygotski.

Una revisión crítica de Piaget.
En la actualidad todavía se pueden utilizar importantes aspectos de sus teorías, aunque replanteándolas a la luz de las críticas, que proceden de tres corrientes: 1) Innatismo / constructivismo (innatismo). 2) Mecanismos específicos / mecanismos generales (modularidad). 3) La dimensión social y cultural / la dimensión individual (dimensión social-cultural).
1) Innatismo / constructivismo (innatismo). El innatismo mantiene que las estructuras básicas (espacio, identidad, sujeto, social, número...) están ya presentes desde el nacimiento (inscritas en el patrimonio genético). Estas capacidades se despliegan, se abren, pero no se desarrollan. Esta teoría tiene fallos: ¿por qué tardan tanto en aparecer las competencias? En los experimentos, al reforzar al bebé no se sabe cuál es su verdadera capacidad innata. Martí cree en las competencias (como Carey), pero aún hay que estudiar cómo aparecen.
2) Mecanismos específicos / mecanismos generales (modularidad). Las competencias generales relacionan los módulos entre sí. El módulo (una aportación de Carey) es el mecanismo específico (por ejemplo ante el número), innatista e independiente. Martí responde que esto no explica que haya un avance conjunto de todos o casi todos los mecanismos o dominios. Además, el desarrollo se independiza, flexibiliza, respecto a los estímulos. Martí añade a los mecanismos específicos los generales.
3) La dimensión social y cultural / la dimensión individual (dimensión social-cultural). La crítica de Vigotski (y otros autores) está basada en que la dimensión social y cultural es esencial en el desarrollo. El conocimiento se desarrollo con un carácter “distribuido”, entre las personas que ayudan al individuo. Además la “distribución” se da también en instrumentos culturales (físicos o simbólicos, como TV, radio, libros, ordenador o lápiz). Los determinantes son socio-culturales.
Piaget respondería a esta crítica que:
a) ¿Cómo explicar la existencia de “universales”, los cuales son comunes a todos los individuos, ajenos a sus determinantes socio-culturales?
b) Se olvida al sujeto y su punto de vista.
c) Debemos conocer cómo se crearon los instrumentos culturales.

Conclusiones de Martí.
Martí afirma que hay que reevaluar a Piaget a la luz de estas críticas, y propone que del pensamiento piagetiano subsiste:
1) Una teoría unitaria: un programa de investigación.
2) El punto de vista evolutivo (o genético).
3) El sujeto como constructor  de sus mecanismos internos.
1) Una teoría unitaria: un programa de investigación. Falta un paradigma lógico amplio en psicología, como los de Freud, Vygotski y Piaget. Hoy tenemos una multitud de teorías, muy compartimentadas y específicas, por ejemplo, la bimanualidad.
2) El punto de vista evolutivo (o genético). Hay que recuperar la importancia de la evolución, la construcción, la génesis. ¿Cómo ha llegado a ser lo que es? No hay orígenes absolutos.
3) El sujeto como constructor de sus mecanismos internos. El sujeto como activo constructor de conocimiento, pues no hay sólo genes y cultura.
Hay un gran reto para los psicólogos de la cognición: sintonizar los factores externos (los culturales), las canalizaciones internas junto a las interiores.
Los funcionalistas Pasquale Leone y Kay plantean estrategias de procesamiento y análisis de tareas de la información. Explican el cambio de los estadios por factores únicos, como la capacidad mental.
Martí sostiene que lo importante es el proceso de construcción del saber por el sujeto, que tomé el error y el conflicto como elementos productivos, en cuanto sea consciente de ello. El aprendizaje es “re-construcción”, asimilación e integración en sus propias estructuras, en un aprendizaje significativo.
Martí critica que las metodologías educativas basadas en la participación olvidan al sujeto, puesto que se basan demasiado en el determinista ruso Vygotski  (1896-1934), que sostenía la importancia de la interacción social en la construcción del conocimiento, e influyó en la pedagogía posterior con su concepto del potencial de aprendizaje o capacidad de desarrollo mental que un sujeto tiene en el caso que un maestro o persona experimentada le guíe.
Martí critica la teoría de Rousseau del “buen salvaje” que crece espontáneamente, pues sería horrible que el niño tuviese que descubrir por sí solo todo el conocimiento humano, una tarea eterna e infinita, baldía por excesiva. Y aconseja que el profesor vuelva a ser fuente de conocimiento y un intermediario metodológico para acceder a las otras fuentes del conocimiento.

Las teorías de Piaget y Vygotski sobre lenguaje y pensamiento.
Humbert Boada y Genoveva Sastre, en el debate Lenguaje y pensamiento: dos percepciones (1997), revisan las teorías de Piaget y Vygotski sobre el lenguaje y el pensamiento.
Boada y Sastre son profesores en Barcelona, en distintos grupos de investigación, el primero en y la segunda en la de Piaget.
Boada sigue la corriente de Vygostski explora el simbolismo, que decanta en un simbolismo sin lenguaje y un simbolismo en el lenguaje.
La función simbólica se desarrolla de los 2 a los 7 años, en el periodo egocéntrico, al que Vygotski y Piaget dan una gran importancia. Mientras Piaget da menor importancia al lenguaje, aún no eliminándolo, pues lo considera una manifestación del desarrollo psicológico, Vigostki, en cambio, es más partidario del lenguaje, como configurador de la psicología de la persona humana.
La producción verbal aparece entre los 4 y los 6 años, cuando el lenguaje privado disminuye, lo que significa que se interioriza, como sostenía Vygotski. La comunicación es entonces ambigua, a veces incomprensible, y para analizarla Boada utiliza un sistema de categorías de análisis comunicativo, dividida en información ligada al referente (con fuertes regulaciones) e información no ligada al referente (con débiles regulaciones). Distingue el silencio como marcador de la unidad comunicativa, el silencio como reestructurador del mensaje, y el silencio como planificador de la tarea.
A los 6 años los mensajes son más reestructurados porque aumenta la habilidad lingüística.
Sastre, por su parte, sigue la corriente de Piaget. Introduce las cuestiones del conflicto socio-cognitivo y de la relación entre contenidos y estructuras. Afirma que no hay una generalización inmediata de pensamiento de un sistema a otro. Su investigación se basa en los mensajes de niños de 9 y 11 años, en una situación de compra de objetos y señala que los mensajes preferidos son los alfabéticos, antes que los numéricos y gráficos, pero estos dos aumentan a los 11 años, al desarrollarse la capacidad cognoscitiva.

La cuestión del lenguaje en la Prehistoria en Piaget y Vygotski.
Boada y Sastre extienden su argumentación a la problemática de que en la Prehistoria, sin alfabetos ni códigos escritos, ¿cómo se desarrollaba la psique cognoscitiva y el lenguaje?
Es el problema de la intencionalidad en el lenguaje y la cuestión de la consciencia de usar simbología. Piaget y Vygotski coinciden en que sin lenguaje ni sistema simbólico no hay ser humano, pero mientras que Piaget considera que el lenguaje es una adaptación del hombre al medio, por su parte Vygotski opina que los animales no tienen lenguaje, sino sistemas de intercomunicación, que son los instrumentos adaptativos del hombre, en contacto con las resistencias del medio, los que construyen el conocimiento.

Fuentes.
Internet.

Conferencias.
Martí Sala, Eduardo. Conferencia. Evolución de la inteligencia según Piaget (X-1997).

Libros.
Vigotski, Liev Semionovich. La imaginación y el arte en la infancia: ensayo psicológico. Akal. Madrid. 1982. 120 pp.
Vigotski, Liev Semionovich. Psicología del Arte. Barral. Barcelona. 1972. 527 pp.

domingo, 30 de enero de 2022

El filósofo español Daniel Innerarity (1959).

                El filósofo español Daniel Innerarity (1959).


                


Daniel Innerarity (1959), catedrático de Filosofía Política, investigador "ikerbasque" en la Universidad del País Vasco, profesor visitante en 2013-2014 de la London School of Economics. Es un destacado pensador de filosofía política y social, autor de ensayo.
Libros.
Inerarity, Daniel. La democracia del conocimiento. Paidós. Barcelona. 2011. 256 pp.
Innerarity, D. La política en tiempos de indignación. Prólogo de Josep Ramoneda. Galaxia Gutenberg. Barcelona. 2015. 358 pp. Fragmento: Política para idiotas. “El País” Ideas (30-VIII-2015) 5. Critica al elitismo aristocrático y al popular.
Innerarity, D. La democracia en Europa. Galaxia Gutenberg. Barcelona. 2017. 384 pp. Entrevista de Pita, Antonio. Daniel Innerarity. ‘La UE recobrará legitimidad con lo social, no con Eurovisión ni con el Erasmus’. “El País” (4-VII-2017).
Innerarity, D. Política para perplejos. Galaxia Gutenberg. 2018. 183 pp. Fragmento: Instrucciones para sobrevivir a la perplejidad política. “El País” Ideas 145 (25-II-2018).
Innerarity, D. Una teoría de la democracia. Galaxia Gutenberg. 2020. 448 pp. Entrevista de Alberola, M. Daniel Innerarity. ‘La democracia ha quedado desfasada en casi todo’. “El País” (22-II-2020).
Innerarity, Daniel. Pandemocracia. Una filosofía de la crisis del coronavirus. Prólogo de Marixell Batet. Galaxia Gutenberg. 2020. 152 pp.

Innerarity, D. La sociedad del desconocimiento. Galaxia Gutenberg. 2022. 256 pp. Ensayo. Adelanto: Terraplanistas y negacionistas: bienvenidos a la sociedad del desconocimiento. “El País” Ideas 356 (6-III-2022). Nunca el conocimiento había sido tan importante y a la vez tan sospechoso. En la era de la racionalidad triunfante, de la ciencia institucionalizada, de los avances tecnológicos y los sistemas inteligentes aparece una constelación extraña: al mismo tiempo que la ciencia goza de un enorme reconocimiento, muchas personas recelan de ella, desde la mera desconfianza hasta el negacionismo extremo. Este rechazo no se explica sin más por la resistencia irracional hacia el conocimiento, propia de las sociedades tradicionales; nos está diciendo algo acerca del tipo de generación de conocimiento característico de nuestras sociedades. No entenderemos la sociedad en la que vivimos si no damos una explicación adecuada de este extraño antagonismo. No está en juego la racionalidad y su contrario, sino una cierta metamorfosis de la idea misma de racionalidad, que ya no puede definirse cómodamente frente a su simple negación. Perderíamos una gran ocasión de conocernos a nosotros mismos si descalificáramos esta incredulidad como una reacción al progreso civilizatorio. Hemos entendido la ignorancia como si fuera lo contrario de la racionalidad, pero apenas hemos reflexionado sobre la unidad de conocimiento y desconocimiento que nos caracteriza. Como siempre, el avance del conocimiento nos hace, a la vez, más sabios y más ignorantes. No hay descubrimiento científico o invención tecnológica que no lleve apareado, como su sombra, un nuevo desconocimiento. Qué hagamos con lo desconocido va a jugar un papel cada vez más importante en nuestra vida personal y colectiva.


Artículos.
Innerarity, D. La era de los límites. “El País” (29-XII-2011) 27-28. Una compleja (confusa) traslación del concepto de ‘límite’ a la necesidad de un nuevo modelo político ‘postsoberanista’ para Europa en la era de la globalización.
Innerarity, D. Desenredar una ilusión. “El País” (2-III-2012) 29. Afirma que la Red no está democratizando la sociedad, aunque puede ser un medio para luchar contra la tiranía.
Innerarity, D. Democracia más allá de las naciones. “El País” (5-V-2012) 35.
Innerarity, D. La construcción social de la estupidez. “El País” (3-VII-2012) 23-24.
Innerarity, D. La exposición universal. “El País” (29-VIII-2012) 25-26. Por una democracia más solidaria.
Innerarity, D. La política en medio de la austeridad. “El País” (22-X-2013) 27-28. Alerta de que el imperativo económico está diluyendo la distinción entre derecha e izquierda y promueve el recurso al liderazgo personal más que al programa político.
Innerarity, D. El lado menos amable de la Red. “El País” (21-XI-2013) 29. El conflicto entre libertad y control.
Innerarity, D. La Europa de unos pocos. “El País” (2-I-2014) 27. La integración europea marginó desde el inicio la soberanía popular.
Innerarity, D. Democracia sin política. “El País” (28-II-2014) 35. Frente a quienes detestan la política y proponen la participación directa, Innerarity defiende el papel de la política en la democracia, como ordenadora de los proyectos sociales.
Innerarity, D. Alguien en quien confiar. “El País” (4-IV-2014) 31-32.
Innerarity, D. La reinvención de lo privado. “El País” (4-VII-2014) 31. La privacidad en Internet.
Innerarity, D. Nosotros y ellos: contra los estereotipos. “El País” (16-I-2015) 33-34. No hay comunidades o sociedades compactas de cristianos y musulmanes.
Innerarity, D. La decepción democrática. “El País” (2-II-2015) 27-28. Debemos ser críticos con la política, pero sin hacernos demasiadas ilusiones.
Innerarity, D. El inmenso lío de los europeos. “El País” (16-III-2015) 35-36. Los países no entienden su profunda interdependencia.
Innerarity, D. ¿Una Europa alemana? “El País” (13-VII-2015) 17.
Innerarity, D. Dentro y fuera. “El País” (30-X-2015) 13. El pluralismo territorial en Europa, con nacionalismos divergentes.
Innerarity, D. Vieja y nueva política. “El País” (3-XII-2015) 13.
Innerarity, D. Yo, mí, me, con mi ‘selfie’. “El País” Ideas (27-XII-2015) 11.
Innerarity, D. Horizontes abiertos frente a líneas rojas. “El País” (14-I-2016) 11. A favor de acuerdos políticos, sin vetos.
Innerarity, D. La globalización del sufrimiento. “El País” (15-II-2016) 11. Varias de las nuevas guerras se desarrollan sin Estados ni Ejércitos y se originan en la desintegración social, la desigualdad y la interdependencia del mundo.
Innerarity, D. Hombres ricos y pobres en datos. “El País” Ideas (21-II-2016) 8.
Innerarity, D. Una Europa de la solidaridad. “El País” (18-V-2016).
Innerarity, D. Sociedades exasperadas. “El País” Ideas (12-VI-2016). El auge del populismo es consecuencia del creciente malestar social.
Innerarity, D. El horizonte conspirativo“El País” Ideas (2-X-2016). Crece e número de teorías conspirativas y de sus creyentes.
Innerarity, D. La sociedad de los cálculos“El País” (29-X-2016).
Innerarity, D. Por una democracia compleja“El País” (16-XI-2016). Contra las simplificaciones políticas que el populismo propaga.
Innerarity, D. El desconcierto de las élites“El País” Ideas (31-XII-2016). El auge del populismo conmociona a las élites de Occidente, que no han sabido ver el incremento de la desigualdad.
Innerarity, D. Sobrevivir a los malos gobernantes“El País” (4-I-2017).
Innerarity, D. ¿El final del multiculturalismo? “El País” (16-II-2017).
Innerarity, D. La supervivencia de Europa. “El País” (26-III-2017).
Innerarity, D. Una nueva narrativa para Europa. “El País” Ideas 103 (30-IV-2017).
Innerarity, D. Populismos buenos y malos. “El País” (2-V-2017). Una crítica al populismo radical de Mélenchon y otros líderes.
Innerarity, D. La soberanía según Theresa May. “El País” (6-VI-2017). El Brexit no satisfará plenamente a nadie. Procede de la voluntad popular pero requiere la participación del Gobierno y el Parlamento, también poderes democráticos.
Innerarity, D. Completar la democracia.  “El País” (26-VIII-2017). La proliferación de instituciones (tribunales, bancos centrales…) independientes de los votantes o los representantes electos.
Innerarity, D. ¿Quién manda aquí? “El País” Ideas 130 (5-XI-2017). El poder del Estado se difumina, sin contornos precisos.
Innerarity, D. Contra el antipopulismo. “El País” (9-XII-2017).
Innerarity, D. Deseos de año nuevo. “El País” (2-I-2018).
Innerarity, D. Una sociedad a medida. “El País” Ideas 139 (14-I-2018).
Innerarity, D. El voto de los animales. “El País” (31-III-2018).
Innerarity, D. La democracia como interpretación. “El País” (9-V-2018).
Innerarity, D. Una política que se entienda. “El País” (2-VI-2018).
Innerarity, D. Voluntad y representación. “El País” (20-VI-2018).
Innerarity, D. Gobernar las crisis. “El País” (13-IX-2018).
Innerarity, D. La decisión de Siri. “El País” (9-X-2018). Las dudas sobre la vida política en la futura sociedad digital.
Innerarity, D. La democracia amenazada. “El País” (14-XI-2018). La crisis ante el populismo que surge de la creciente complejidad del mundo.
Innerarity, D. Las voces de la ira. “El País” (10-XII-2018). La irrupción de la extrema derecha en Andalucía es una expresión de cólera contra el poder establecido.
Innerarity, D. El género de la filosofía. “El País” Babelia 1.413 (22-XII-2018).
Innerarity, D. El año de la volatilidad. “El País” (31-XII-2018).
Innerarity, D. La estupidez colectiva. “El País” (26-III-2019). El problema de la democracia actual: cómo conseguir que la sociedad sea más inteligente que el individuo.
Innerarity, D. Hacer que pase. “El País” (5-VI-2019). La política a menudo fracasa en aplicar lo que propone o se vota.
Innerarity, D. Un algoritmo para Cataluña. “El País” (7-VIII-2019). Una propuesta de autogobierno más satisfactoria para ayudar a resolver la cuestión.
Innerarity, D. La inteligencia de la democracia. “El País” (30-IX-2019).
Innerarity, D. Una democracia irritada. “El País” (28-XI-2019). Las revueltas se extienden por numerosos países, por la quiebra de la confianza ciudadana en que los Gobiernos sean capaces de afrontar los graves problemas.
Innerarity, D. Un nuevo campo de batalla. “El País” (11-II-2020). La confrontación entre los poderes y valores de hombres y mujeres trasciende a la tradicional pugna entre izquierda y derecha.
Innerarity, D. La conversación democrática. “El País” (11-III-2020). Hay que tolerar a los enemigos de la democracia (ergo, la ultraderecha) si no queremos reducir su esencia.

Innerarity, D. El drama de decidir. “El País” (1-V-2020). Quienes gestionan la crisis han de atender a varios mundos con valores e intereses divergentes.

Innerarity, D. Deberes lejanos. “El País” (20-VII-2020). Mucha gente no reconoce lo inmediato o no cumple con los deberes que no ve urgentes, como ocurre ahora con la falta de prevención ante la amenaza del coronavirus.

Innerarity, D. Las certezas que tenemos. “El País” (12-VIII-2020). La relación de necesaria colaboración entre política y ciencia.

Innerarity, D. La democracia y la verdad. “El País” (10-IX-2020). Plantear la vida política como una batalla entre el bien y el mal equivale a acabar con ella. En el origen del tensionamiento actual está el recurso a la condena moral, cuando hubiera bastado el rechazo político. [https://elpais.com/opinion/2020-09-09/la-democracia-y-la-verdad.html]

Innerarity, D. El poderoso encanto de la impotencia. “El País” (12-X-2020). Si hay tantos actores políticos incapaces de llegar a los acuerdos necesarios para transformar la sociedad es porque han descubierto que resulta mucho más confortable gestionar la intransigencia que la cesión. [https://elpais.com/opinion/2020-10-11/el-poderoso-encanto-de-la-impotencia.html]

Innerarity, D. El poder democrático. “El País” (3-XII-2020).

Innerarity, D. La pandemia de los datos. “El País” (22-I-2021). El incremento exponencial de la cantidad de datos no nos acerca a la comprensión del mundo, como evidencia la pandemia del coronavirus.

Innerarity, D. Contra la superioridad moral. “El País” (15-III-2021). Los políticos no han de arrogarse una superioridad moral sobre los contrincantes, sino procurar mejorar.

Innerarity, D. Arrogantes y crédulos. “El País” (12-IV-2021). El antagonismo entre los que lo fían todo a la ciencia y los negacionistas a ultranza.

Innerarity, D. Grandes datos, pequeña política. “El País” Ideas 309 (18-IV-2021).

Innerarity, D. Inteligencia artificial y democracia. “El País” (9-VI-2021).

Innerarity, D. Las máquinas, las instituciones y la democracia. “El País” Semanal 2.335 (27-VI-2021). La tecnología y la democracia tienen en común conceptos como control y delegación, supervisión y confianza.

Innerarity, D. La democracia de los algoritmos. “El País” (7-VIII-2021).

Innerarity, D. La sociedad de las crisis. “El País” (2-IX-2021). Las democracias tienen dificultades para gestionar los conflictos actuales porque están diseñadas para un mundo que en parte ya no existe.

Innerarity, D. Cambiar la sociedad. “El País” (21-I-2022).

Innerarity, D. Igualdad algorítmica. “El País” (13-V-2022). Los dispositivos tecnológicos no pueden suplir el debate democrático, pero pueden facilitar la realización de los objetivos que decidamos.

Innerarity, D. El estancamiento. “El País” (18-VII-2022). En la democracia española hay más rechazo que elección, más descarte que preferencia.

Innerarity, D. El cuerpo en una democracia. “El País” (15-VIII-2022).

Innerarity, D. La izquierda y el placer. “El País” (12-X-2022).

Innerarity, D. La oposición, al asalto. “El País” (12-I-2023). [https://elpais.com/opinion/2023-01-12/la-oposicion-al-asalto.html] Los ataques de los populistas exaltados en Estados Unidos y Brasil serían imposible sin una perversión del discurso político. La pretensión de los populistas de hablar en nombre del pueblo les incapacita para aceptar los procedimientos democráticos. Los líderes populistas no aceptan la derrota porque no esperan a tener otra oportunidad de ganar en el futuro, porque vivimos en la urgencia del presente. Es como si el mandato político fuera una “última oportunidad” que ha de aprovechar quien gobierna para hacer sin mirar el mañana, mientras que la oposición se embarca en la destrucción de la mayoría gobernante. Como consecuencia, el debate político entre Gobierno y oposición se polariza y se dificultan los pactos, consustanciales a una verdadera democracia. Innerarity concluye que una oposición exagerada y radical en realidad favorece a los gobernantes, sean Biden, Lula o Sánchez, y que aquella no cejará hasta comprobar su despropósito, pues: ‹‹Una oposición que deslegitima al Gobierno sin ninguna moderación puede terminar careciendo de argumentos creíbles para rechazar las formas injustificables de hacerle frente (como la violencia) y, de paso, situarse fuera de la credibilidad política que necesita para volver a gobernar.››

Innerarity, D. La ciencia y la gente. “El País” (10-III-2023). La sociedad debe controlar la ciencia para que no vulnere los límites.

Innerarity, D. La cordialidad política. “El País” (24-III-2023). La creciente polarización política hasta llegar al sectarismo no permite ampliar los apoyos electorales ni construir mayorías parlamentarias y sociales con otros agentes políticos.

Innerarity, D. Una moratoria artificial. “El País” (24-IV-2023). La petición de paralizar el desarrollo de la IA es alarmista y poco realista, pero sirve para concienciar de la necesidad de un mayor debate, para la supervisión y regulación.

Innerarity, D. Demasiada conexión. “El País” (28-V-2023). La hiperconectividad marca la vida contemporánea. Por un lado nos confiere una gran libertad, pero también fortalece la incitación al consumo.

Innerarity, D. La histeria digital. “El País” (5-VIII-2023). Los expertos en IA que avisan de sus peligros parecen menos interesados por sus problemas en el presente.

Innerarity, D. El futuro de la democracia. “El País” (3-XI-2023). La derecha tiene nostalgia del pasado, la izquierda se ha vuelto conservadora y se busca el bienestar privado ignorando lo público.

Innerarity, D. Para ganar a la extrema derecha. “El País” (5-XII-2023). Si queremos comprender a los ultras hay que reconocerles una coherencia ideológica mayor de la que les suponemos, puesto que han logrado traducir sentimientos de origen socioeconómico en la gramática de la inseguridad cultural y nacional. La extrema derecha ha entendido que la política es más una cuestión de psicología que de sociología, y entiende la psicología de los descontentos, su gran fuente de votos. Construye una visión propia, basada siempre en el principio inmutable de “lo nacional”, para apropiarse de los conceptos de la libertad, la igualdad, la laicidad o el feminismo, conceptos que antes eran del liberalismo y la izquierda.

Innerarity, D. Los miedos ajenos. “El País” (31-I-2024). La vida política se ha degradado hoy hasta el punto de que, a falta de una esperanza creíble y movilizadora, resulta más fácil agitar el temor a los otros, una de las maniobras más torpes.

Innerarity, D. Contra la polarización. “El País” (26-II-2024).

Innerarity, D. Democracias sin tiempo. “El País” (18-III-2024). Hay una excesiva dramatización política, como si no hubiera continuidad en el futuro y todo tuviera que decidirse en el ahora. Así no hay aceptación de la derrota democrática, porque se entiende que no habrá después una oportunidad de ganar, una catástrofe definitiva, sin remedio. Propone mejorar la institucionalidad y aplicar las reformas con una vista larga y paciente, con más tiempo.

Innerarity, D. Los reaccionarios. “El País” (21-V-2024). Para defender la democracia hay que apoyar a la derecha clásica en vez de ahondar en el combate entre derecha e izquierda.

Innerarity, D. La juristocracia. “El País” (24-VII-2024). Sustituir la política por el Derecho es una estrategia para sustraer más asuntos de su desarrollo democrático.

Innerarity, D. Estado de derechas. “El País” (8-VII-2024). Hay una pulsión en el conservadurismo y el populismo autoritario para entender el Estado de derecho solo como “ley y orden”, derecho penal más que derechos sociales. En el mundo (y en España) se evidencia en la severidad de la acción judicial y policial frente a los derechos de expresión y manifestación; en la mano dura contra la migración, sin aplicar el derecho de asilo; la judicialización del conflicto catalán, que ahora lleva a que algunos jueces y fiscales desafíen el cumplimiento de la ley.

Innerarity, D. La democracia debe desconfiar del poder y de la gente. “El País” (19-VIII-2024). La crisis actual de los sistemas democráticos deriva de la falta de autocrítica de su modelo liberal. Es preferible un modelo de democracia parlamentaria equilibrado con instituciones independientes del cambiante voto popular.


Artículos colectivos.

Champeau, Serge; Innerarity, Daniel. Estables democracia del odio. “El País” Ideas 299 (7-II-2021). La agresividad del debate político no significa necesariamente que la democracia está en peligro inminente, pues en gran medida es una reacción de impotencia de unos individuos que se saben contenidos por una estructura institucional o los marcos legales.

 

Entrevistas.
Izquierdo, José María. Daniel Innerarity. “El País” Semanal 2.035 (27-IX-2015) 30-35.
Salas, J. Daniel Innerarity. “Es inadecuado pensar que controlamos a los gobernantes”. “El País” (5-VII-2022).